
Hoy despierto con extraña alegría,
abro el ventanal y le doy entrada al sol
despidiendo al último reflejo del invierno.
Escucho las notas de los pájaros entusiasmados
y mi pensamiento se eleva con la dulce brisa.
Apenada pues me siento demente,
dejo escapar con suavidad el abismo
que me separa de una vida paralela.
Transcurre el día sin agonía,
entrego mis emociones al espejo.
Me desplazo hacia la fría playa
con mis pies descalzos en la arena
para que las olas mis pies besen.
Un caracol se me regala
para guardar en su interior
la imagen amorosa de la luna
y ese lucero brillante que me grita.
Estoy viva.
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